¡Sí!
¡Oh, noche! ¡Oh, refrescantes tinieblas!
Ch. Baudelaire.
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ni pretensión
de ser comprendidos.
¡Cuánto y cómo siento
con cada célula dilatada por innumerables madrugadas
entenderlo, incomprensiblemente, todo!
Ríos abruptos
absurdos e intempestivos me ahogarán entre la marea de segundos
que se desborda desde un absurdo y anegado silencio
que irrumpe desde las compuertas abiertas
de la paradoja del circo acuático
de sabernos sedientos, desiertos y vivos en la derrota.
Me sé consumida clandestinamente sin inmutarme en grado alguno
por yonquis que me desmenuzan
y lían hábiles e insaciables entre sábanas de delicioso papel arroz
para, entre calada y calada detrás de pestilentes callejones,
consumirme hasta que me desvanezca en volutas olorosas a miedo
y desvelo
que se dispersan en medio de la noche del olvido.
Algún día todo cederá su forma
y surgirán nuevas burbujas de jabón iridiscentes,
por fortuna, nada será como lo vemos hoy
y hasta el final de las tempestades llevaremos en la carne
el preciso tatuaje incoloro
de complicadas figuras con que delineamos,
inmenso éxtasis desbocado en nuestra lejana complicidad,
diseñado gota a gota con nuestra tinta entremezclada.
¡Sí! Tú y yo, estremecidos
entremezclados aún en el abismo del destiempo.
Y albergo una sonrisa secreta, porque siempre, dijiste:
Ya somos grandes amigos.
(Asumiendo que siempre
es demasiado tiempo).