lunes, agosto 28, 2006

Ritual

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Ritual
(Obra en un Acto)

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Silencio Total.
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El escenario vacío, iluminado por una luz blanca, cenital, que evita las sombras incómodas. En el centro, sobre una pequeña tabla de madera oscura, descansa un elegante lienzo de seda negra doblado en ocho vueltas. Sin más escenografía, las paredes desnudas, blancas y opacas, crean un ambiente de austeridad desoladora.
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El público colma la sala en completo silencio. Sólo el susurro de la respiración repetida mil veces es capaz de perturbar la tensión reverente del teatro.
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Se escucha el tañido sordo de una campana, grave y rítmico, que acompasa lentamente la entrada del actor que se desliza descalzo desde la izquierda hacia el centro del escenario con la mirada fija al frente en un punto indefinido. Sin expresión en el rostro, su cuerpo atlético y delgado, cubierto apenas por una pequeña bata blanca, imprime severidad al acto.
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Camina con lentitud hasta el centro del escenario con movimientos parsimoniosos y firmes y se detiene detrás del lienzo de seda. Cesan las campanadas. Se arrodilla y se inclina ligeramente hacia el frente apoyando las manos sobre las piernas y se queda estático durante unos minutos. Su respiración profunda y acompasada lo sumerge en un estado inescrutable de abstracción abismal. Sus ojos inmóviles apenas parpadean. Su rostro severo, aperlado por un sudor ligero, se mantiene asentado en la nada.
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Se inclina hacia el lienzo de seda negra y lo toma con ambas manos. El público inicia un murmullo gutural, persistente y monótono que se mantendrá estacionario creando un ambiente tenso de opresión casi religiosa.
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El actor, siguiendo un ritual milenario, desenvuelve el lienzo de seda negra deshaciendo sus vueltas al pasarlo de una mano a la otra con elegancia. En la última vuelta deja al descubierto la fina hoja de acero brillante de una daga con mango de madera laqueada en color negro. Deposita el lienzo abierto con la daga sobre la pequeña tabla de madera oscura y se inclina en una reverencia profunda.
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Se yergue y desanuda la pequeña bata que lo cubre quedando casi desnudo con apenas un pequeño taparrabos cubriendo sus genitales. Se inclina de nuevo sobre la daga hasta tocarla con la frente. Al enderezarse la toma por la empuñadura con ambas manos y coloca la punta fina y afilada sobre su ombligo. Se mantiene inmóvil y en tensión durante unos segundos. El murmullo persistente del público mantiene un clima de intensidad extática.
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Las luces del escenario se apagan quedando encendido solo un reflector cenital que cae directamente sobre el actor inmóvil cubriéndolo con un reflejo mortecino que acentúa la rigidez de su rostro. La escena apenas iluminada remarca un ambiente de misticismo ancestral.
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El actor se inclina ligeramente y hunde de manera violenta la daga en su ombligo. El público detiene el murmullo y se mantiene en silencio respetuoso. El actor mueve repetidas veces la daga hundida hasta la empuñadura en su interior con movimientos violentos y sin proferir sonido alguno hasta que se derrumba en una agonía lenta y dolorosa con el rostro desencajado en un rictus mortal.
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Queda inerte. La sangre se escurre entre las duelas del escenario. Sus ojos vidriosos permanecen fijos en un punto eterno. La escena se mantiene unos minutos más antes de apagarse la única luz que la ilumina. Una campanada solitaria queda resonando en la sala.
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El público abandona el teatro a oscuras, en completo silencio.
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Imagen: Tlacuiloco
Texto: luis david

7 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Uy, señor. Es tétrico. Bien escrito, con una calidad descritiva escalofriantemente buena. ¡Pero tétrico!

Abrazos;

Diana

10:59 p.m.  
Blogger Colibrí dijo...

casi me haces llorar...es como si estuviera presenciando el final de aquel gran escritor Yukio Mishima..

"Isao aspiró una gran bocanada de aire y cerró los ojos mientras su mano izquierda recorría acariciante la piel de su estómago. Empuñando su cuchillo con la mano derecha acercó la punta a su cuerpo y la guió hasta el lugar indicado sirviendose de los dedos de su mano izquierda. [...] en aquel momento, cuando sus carnes se entreabrían, el brillante disco del sol surgió de pronto, estallando tras sus párpados..."
(Caballos desbocados, Mishima)

esa obra casi profética de su propio fin

gracias por haberme llevado a las profundidades del corazón de Mishima...
beso

11:11 p.m.  
Blogger Tita dijo...

una daga en el ombligo, es de las imagenes mas hermosas que me has hecho imaginar.
gracias
un abrazo fuerte

san

1:32 a.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Perdón, pero a ti te immagino, Hada de la Imagen, mejor corriendo descalza por el campo, rodeada de mariposas, con un par de lagunas reflejadas en los ojos y tus manos elevadas al cielo en señal de libertad, que con una daga en el ombligo... Pos digo yo, aquí nomás, hablando sola. Je,je. De plano se me nota lo ingeniera ¿verdad? Todavía me sigue pareciendo tétrico el relato.

Besos cuadrados pero desmedidos;
Diana

5:17 p.m.  
Blogger Luis David dijo...

Aviso Importante:

Taller de Teatro Experimental "Mishima", solicita actor para la función sabatina.

Experiencia no necesaria.

Sueldo según aptitudes.

Interesados comunicarse a Caligramas.

8:38 p.m.  
Blogger Colibrí dijo...

jajajajajajajaja
si no habías logrado ser tétrico completamente, el humor se ennegreció bastantito

=)

10:21 a.m.  
Blogger tlacuiloco dijo...

hace tiempo teniamos una palabra para describir a las personas que escribian como Luis David:
BARNARO....eso eres Chito, un barnaro.

5:59 p.m.  

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